Sunday, October 11, 2015

Un viaje de crecimiento



Han pasado ocho meses. Vi el invierno pasar, así como la primavera, el verano y veo casi acabar el otoño. Nunca creí que abrir mis alas lejos de mi país me hiciera crecer tanto. Este giro de 180 C le dio otra perspectiva a mi vida. Creo que ahora valoro hasta las más pequeñas cosas. El desprenderme de mis afectos, bienes materiales y mi tierra, podría decir que me han hecho más humana e incluso han asentado mis pies en la tierra.

Atrás deje a la periodista, a la niña consentida de mis padres, a la amiguera y rumbera. Ahora solo miro hacia adelante y digo falta mucho por luchar, pero estoy convencida de que valdrá la pena. Creo que esto de emigrar es como subir a una montaña rusa. Tus estados de ánimo suben y bajan. Si eres positivo probablemente la mayor parte del tiempo te encuentres en la cima, pero de vez en cuando descenderás. Lo importante de este asunto, es entender que está bien caer y luego que te das la oportunidad de llorar y desahogarte, es hora de levantarte. Es algo similar a cuando estás a punto de egresar de la universidad: estás loco por culminar tus estudios, sueñas con el mundo que te espera afuera y una vez que egresas te das cuenta que el asunto es más difícil de lo que esperabas.

Otro punto importante de emigrar es aprender a vivir el momento y a entender que tu hogar es el lugar donde vives. Esto lo entendí recientemente cuando me preguntaron dónde está tu casa en Venezuela: cuando me puse a pensar en ello entristecí, porque yo vendí mí apto apostando a este proyecto y ya no hay un lugar a donde regresar (a menos que sea la casa de mis padres), pero esa tristeza me hizo entender que donde estoy es mi hogar. No hay cabida a mirar al retrovisor, la perspectiva de este viaje es hacia adelante.

En este check list de aprendizajes también puedo incluir el enfermarme. Este asunto le tambalea el piso a cualquier inmigrante y pone en duda su capacidad de resiliencia. De hecho, ahora mientras escribo, cargo una bronquitis que me ha tenido de cabeza por tres semanas y sobre todo los últimos tres días. Aún cuando ha sido duro sentirme tan mal lejos de mi familia y seres queridos, puedo dar fe de que siempre te conseguirás gente buena que te tienda la mano. En mi caso, fue la señora con que vivo. Gentilmente me llevó a una clínica y ya empiezo a mejorar, pero reconozco que en los últimos días me desesperé estando enferma, sola y sin saber qué hacer.

Finalmente debo decir que también he aprendido a aceptar a la gente como es. En Venezuela tendemos a hacernos casi hermanos de alguien que apenas conocemos si nos cae bien y somos en muchos casos incondicionales. Sin embargo, en un país multicultural como Canadá te conseguirás personas geniales de todas partes del globo terráqueo que viven en sus propios mundos y que te dejarán entrar al de ellos con amabilidad, pero a menudo requerirán de su espacio, algo que no entendemos mucho los venezolanos por nuestra tendencia a ser compincheros y calurosos.

Creo que nunca podría arrepentirme de este viaje de crecimiento que han significado los últimos ocho meses. Cada dia aprendo a dejar que el futuro me sorprenda, a dejar de angustiarme por el y entiendo que la felicidad solo la puedo conseguir dentro de mi no importa dónde y con quién esté.