Wednesday, November 16, 2016

Luna de miel conmigo


En julio de este año decidí irme de luna de miel conmigo misma a Toronto, cómo? Sí, bueno yo tengo mi teoría de que todos deberíamos tener citas con nosotros mismos para aprender a valorar nuestra propia companía, lo cual mi terapista lo encontra muy divertido y oportuno. Entonces, después de invertir mucho tiempo y esfuerzo sin resultados, tratando de reclutar amigos para viajar a Toronto pensé: me voy con o sin companía. Mientras planeaba mi viaje, muchos me preguntaban y con quién te vas? Yo respondía: conmigo! La mayoría de la gente me miraba como loca y algunos pocos me decían: te admiro, qué aventurera eres! Y sí, debo confesar que esta ha sido la mejor aventura ever! Es más, háganme caso, váyanse de luna de miel con ustedes mismos. No hay mejor compañero de viaje que ustedes mismos

Durante este viaje construí una versión reloaded de mí. Lo necesitaba, mas aún después de sobrevivir a mi primer año como inmigrante. Lo cual no fue tarea sencilla porque emigré sola. Durante este viaje me enamoré de Toronto y de lo que es más importante: de mi misma. Fui a todos los lugares que quise, conocí gente maravillosa y comí todo lo que se me antojó. Pasé una semana conmigo y me divertí tanto. 

Mi crush por Toronto empezó desde que salí de la estación de Union Station (perdónenme el Spanglish, después de casí dos años en Canadá es casi inevitable) En fin... Muchos dicen que Toronto los abruma, a mi no. La amé. Es una ciudad que invita a soñar. Es nuestra pequeña New York en Canadá y hasta tenemos nuestro propio Time Square el cual se llama Dundas Square.

Debo decir que amé como loca la isla de Toronto, me bañé en la playa y disfruté de la imponente vista de la ciudad que se aprecía desde este lugar. Me encantó Casa Loma, un castillo en plena ciudad. Subí a cuspide de la CN Towel. Oh como olvidar el Distillery District, uno de los sitios más cool en los que he estado: está full de restaurantes, cafés y bares, todos con un toque muy chic. También me encantó el mercado de St Lawrence y sus alrededores, allí visité un restaurante español llamado Barsa taberna. Me deleite con una exquita paella acompañada de una copa de vino.     

De mis deliciosos recuerdos de este viaje a Toronto incluyo el mejor: visitar a Niagara Falls. Tomé un tren desde Union Station hasta las cataratas. El trayecto duro como una hora y media, tiempo durante el cual me sentí como esa adolescente que escapa a una fiesta. Estaba super emocionada. Las cataratas me dejaron sin aliento. Fue una experiencia religiosa. Tomé el barco que te lleva cerquita de las cataratas. A pesar de llevar puesto un impermeable me empapé y saben qué? Poco me importo. Creo que la naturaleza te llena el alma y te alborota las endorfinas.

Una de las bondades de cualquier viaje es que te invita a pensar. Piensas con una nueva perspectiva, más clara y positiva. Durante este viaje me formulé varias resoluciones. Decidí bajar de peso y en consecuencia ir al gimnasio regularmente así como comer sano. Efectos que ya he visto, este año en total he bajado alrededor de 12 kg y desde esta resolución he perdido 7 kg. Dedicí que terminaría mi postgrado con buenas calificaciones, visto bueno aquí también. También decidí buscar trabajo y todo parece ir bien encaminado. Finalmente, decidí que trataría de mudarme sola y debo decir que en menos de una semana me mudaré a mi primer apartamento en Canadá. Así que vayanse de viaje con ustedes mismos, el riesgo es ser feliz y enamorarse de ustedes mismos!





Sunday, April 10, 2016

Donde fueres, haz lo que vieres



Años atrás una de mis grandes maestras de vida, me llamó a seguir el viejo proverbio: donde fueres, haz lo que vieres. Hoy más que nunca recuerdo este consejo porque un proceso de inmigración exitoso dependerá de ello. 

Tal como he mencionado en post anteriores emigré a Canadá porque me enamoré de Vancouver. Esta ciudad me cautivó por sus paisajes y la amabilidad de su gente. Me encontré en un lugar que no solo me encantó, sino que además me sentí identificada con la personalidad de su gente. Soy andina y nieta de un militar, en consecuencia nací y crecí en una ciudad en la que el respeto y la educación son normas de convivencia. Por algo han de llamar a Mérida, mi ciudad natal, la ciudad de los caballeros. En lo particular, me gusta seguir reglas y tener amigos de diferentes culturas, lo cual que me ha facilitado adaptarme al estilo de vida de un país poblado por personas de todo el mundo y en el cual respetar las reglas es equivalente a respirar.   

Constantemente mis amigos venezolanos me piden consejos migratorios y siempre les sugiero que se muden a un país donde su cultura se parezca a ellos y  en el cual seguir su estilo de vida no sea una tortura. Por ejemplo, si les gusta Canadá o Estados Unidos, pero solo quieren hablar español, se les dificulta seguir reglas y no les gusta la cultura de los nativos, a mi parecer su brújula no está apuntando en la dirección correcta. 

En cuanto al idioma, hay muchos lugares en el mundo hermosísimos donde se habla español y digo español por decir un ejemplo. El punto es, si te mudas a Alemania y no quieres hablar alemán, ¿por qué elegiste ese país? Es como si un inglés se mudara a Venezuela y no quisiera hablar español. Lo menciono porque aquí en Canadá he estado en salones de clases donde mis compañeros (extranjeros) solo quieren hablar su propio idioma y me frustro porque no entiendo lo que sucede a mí alrededor. En esos momentos pienso "si no quieren hablar inglés ¿por qué se mudaron a Canadá?" Creo que como inmigrantes debemos ser inclusivos y no exclusivos. En mi caso, me fascina aprender idiomas y Canadá ha sido el lugar perfecto para perfeccionar mi inglés y aprender francés. 

Ciertamente hay países como Estados Unidos, donde encontrarás una comunidad latina enorme, sin embargo, no creo que lo más conveniente sea aislarte y no darte la oportunidad de conocer personas que te enriquezcan culturalmente. Por otra parte, el tener amigos nativos te ayudará a adaptarte, a saber adonde ir, adonde no y a aprender a desenvolverte como pez en el agua en ese nuevo país.

Aplaudo de pie el sentirnos orgullosos de nuestros países natales. En mi caso todavía se me salen las lágrimas cuando veo videos de Venezuela, pero creo que es necesario adaptarnos a las costumbres, normas e idioma del país al que emigramos. El adaptarnos a nuestro país anfitrión no quiere decir que perdamos nuestra esencia. Creo que eso es lo que nos hace únicos y genuinos. Por ejemplo, adonde quiera que vayamos los latinos nos distinguiremos por nuestro buen sentido del humor y carisma; los británicos por sus excelentes modales y los japoneses por su ingenio y respetuosa conducta.

Hagamos de este proceso de adaptación una experiencia diferente y divertida. El adaptarnos a un nuevo país pasará por atrevernos a ser más humildes, probar nuevas experiencias, comidas y aprender a disfrutar hasta del invierno. Aquí por ejemplo, aprendí a patinar en hielo y me encantó. Aún trato de aprender qué hacer cuando estamos a -40 C, pero creo que lo descubriré. El éxito de este proceso, dependerá de los ojos con los que lo miremos.   




Saturday, March 5, 2016

Mi primera vela de arce


¡Wow! Ha pasado un año. Mi primer año en Canadá se fue volando y a la vez siento que pasaron tantas cosas. Este año ha sido definitivamente uno de los más retadores de mi vida: una metamorfosis para mí. Este año puso a prueba mi resistencia, mi resiliencia y me mostró de qué estaba hecha. Creo que Canadá me ha hecho una nueva mujer, una persona que me gusta mucho más que la que solía ser, pues me hizo más fuerte ¡y lo que falta! Ese país al que tanto anhelaba emigrar me sacó de mi zona de confort y me hizo enseñó a vivir sin expectativas.   

Mientras vivía en Venezuela nunca me detuve a pensar lo afortunada que era. No es que viva mal ahora, no. Si me quejara, sería la persona más desagradecida del planeta. Pero nunca me detuve a pensar seriamente en lo privilegiada que era. Estudie lo que quise, trabaje donde quise y llegue a donde quise. No tuve que hacer mil sacrificios para obtener una documentación que me lo permitiera. Los sacrificios fueron otros y por supuesto siempre conté con el apoyo de mi familia. En Venezuela gocé de un clima privilegiado donde no sabemos lo que es el invierno y donde si nos provoca podemos ir a la playa en navidad. A mis padres los sentía cerquita, aún cuando vivían del otro lado del país y si no encontraba pasajes de avión para visitarlos en navidad, podía hacer cosas locas como manejar de Puerto La Cruz a Mérida por 18 horas acompañada por una completa desconocida que era la amiga de mi amiga y aún así pasarla genial, porque así somos los venezolanos, nos hacemos hermanos en un día. 

En fin… En Venezuela hice cuanto quise hasta que un día me enamoré de Vancouver, Canadá y decidí empacar en búsqueda de un sueño. Aposté todo a mi sueño, vendí mi bello apartamento en la playa y cambié mi carro por un pasaje de autobús. ¿Remordimientos? No. ¿Nostalgia? A veces, pero con cero ganas de darme por vencida.    

Afortunadamente en este nuevo camino me topé con una maravillosa familia canadiense que no solo me rentó una habitación, sino que me adoptó como otro miembro más de la familia. La verdad creo que sin su apoyo durante mi primer invierno a -40 C hubiera salido corriendo a tomar el primer avión con destino a Venezuela.    

He aquí una lista de mis aprendizajes:

Aquí aprendí y aún sigo aprendo a vivir sin expectativas. Ellas son solo un grillete que no nos deja vivir feliz. Durante tres años y medio aconsejé a mis lectores de la revista Eme de El Nacional, a vivir sin expectativas, sin embargo, creo que no lo interioricé realmente hasta llegar aquí. El vivir con expectativas nos aleja de amigos, la relación más bonita nos rompe el corazón y además nos hace decepcionarnos una y mil veces de las personas que más queremos. Por eso, decidí no esperar nada de los demás. Si doy afecto y soy retribuida es simplemente un regalo y si no, simplemente el haber hecho algo por alguien me llena como ser humano.   

Aquí aprendí a ponerme en primer lugar. Siempre tuve la costumbre de poner a los demás y sobre todo a mis relaciones en primer lugar. Por más bonito que eso suene, no trae buenos resultados y nadie nos querrá por ser un mártir. A esto le agregaría que estoy aprendiendo a soltar y vivir sin apegos a bienes materiales y a personas. Estoy consciente de que con la única persona que contaré el resto de mi vida soy yo misma y me siento feliz de ser esa persona. Risas y diversión no me faltarán.   
Aquí aprendí que no todo el mundo podrá entenderme o valorarme y eso no es un crimen. Todos por más valioso que seamos, siempre tendremos nuestros detractores. En este aprendizaje también incluyo, el ignorar cualquier desprecio o actitud incomprensible hacia mí. Aquí en Canadá hay personas de todas partes del planeta con comportamientos que a veces no entiendo y muchas veces el origen de estos malos entendidos es cultural.
 
Aquí he aprendido a ser más humilde y a centrarme en el presente. El empezar desde cero me ha asentado los pies sobre la tierra y me ha enseñado a agradecer hasta las más pequeñas cosas. 

Aquí también aprendí cosas sencillas como que siempre que suene la alarma debo levantarme inmediatamente. Esos 10 minutos extras en la cama siempre me impiden llegar a tiempo o hacer algo. Es mejor llegar antes que después.

Y finalmente aprendí y aún sigo aprendiendo a cultivar la paciencia. En esta vida de inmigrante la paciencia es sumamente necesaria, así como es importante mantener la mirada fija en nuestras metas y cada vez que la fuerza nos falte debemos recordar nuestro norte. Para ello es útil hacer un plan a corto y largo plazo. Yo hice un plan de vida para un trabajo de la universidad y me sirvió para centrarme. 

Ahora es que falta camino por recorrer y entiendo que cuando creo que aprendí la lección me faltan mil más por aprender. Sé que no será fácil, pero confio en que valdrá la pena!







Saturday, January 16, 2016

Rayitos de California


Este año nuevo comenzó de una manera muy atípica. Había planeado recibirlo en Vancouver con unos amigos y a pesar de que no estaría con mi familia, no cabía de felicidad porque empezaría el 2016 en la ciudad de mis sueños. Suena genial ¿no? Sin embargo, no fue lo que sucedió. Mi hermano gentilmente me envió las llaves de su apartamento en Vancouver, pero estas llegaron tarde, muy tarde: llegaron el 31 de diciembre a las 4:00 pm. No pude ir a Vancouver. Eso no estaba en mis planes. ¡Oh no! No tenía con quien pasar el año nuevo. Mis amigos tenían sus planes con sus familias o estaban fuera de la ciudad. ¡Entre en pánico y hasta boté mis lagrimitas! Finalmente fui a una fiesta de venezolanos que conocía muy poco. Me sentí un poco rara. Todos estaban en su ambiente y con sus familias celebrando, sin embargo, a pesar de que me sentí muy extraña, estoy agradecida por haberme abierto las puertas a su fiesta. 

En fin... El caso es que con todo el asunto de las llaves y por una serie de detalles fastidiosos que no vale la pena mencionar, terminé cambiando el destino de mi viaje y me fui a San Francisco a visitar a mi hermano. A penas llegué a San Francisco agradecí que las llaves no llegaran a tiempo. El mal rato valió la pena. A veces los peores momentos, te pueden llevar a los mejores.   

San Francisco es una ciudad de ensueño. Creo que la puedo incluir en mi top 10 de ciudades favoritas. Es preciosa y su clima es una bendición. Dejé en Winnipeg la nieve, el frio y mi abrigo de invierno. Le dije hello a mi chaqueta de otoño y a sentirme bendecida por los rayos del sol. Me enamoré de Union Square, el downtown y de Fisherman's Wharf. En este último hasta comí langosta en un mercadito popular que hay allí. Como buena amante de la vida playera, me fasciné por su puerto y embarcaciones. También fui a la isla de Alcatraz. La historia de esta penitenciaria es simplemente genial, hasta Al Capone estuvo allí. Vale destacar que el corto viaje hasta la isla es lo máximo, pues además de sentir la brisa de mar en el rostro, ofrece una panorámica de la ciudad espectacular. ¡Oh cómo olvidar el Golden Bridge! Es simplemente genial y es increíble cómo impacta cuando cruza tu vista. 

La ciudad es súper cosmopolita y su arquitectura acogedora. Tiene centros comerciales gigantes y preciosos. Su gente es súper amable, de hecho yo llegué a la ciudad dos días antes que mi hermano y me quedé en un hotel en downtown y me trataron genial. Conocí gente súper agradable. Creo que podría vivir allí. 


Debo decir que reencontrarme con mi hermano también lo incluyo en los rayitos de sol que me traje de California. Creo que con él llego mi navidad y año nuevo. Cuando eres inmigrante la familia es la fuerza que te impulsa a seguir adelante y a no perder la fe. Regresé a Winnipeg renovada y con el combustible para empezar un año nuevo. Creo que por eso mi mejor consejo a los inmigrantes como yo, es que traten de hacer el esfuerzo de ir a casa para navidad o año nuevo y si no lo pueden hacer planifiquen con mucho tiempo para compartir las fiestas con amigos y así mantener la llama del optimismo viva. ¡Animo!